Quiero acompañar con este post el discurso de confianza en el futuro de los negocios hispano-chilenos que escuché la semana pasada al Embajador Iñigo de Palacio en el acto que os mencionaba aquí. Confianza en que Chile es un puente de gran valor añadido en la «conquista» de los mercados asiáticos.
En una primera etapa fueron las grandes empresas españolas las que iniciaron sus actividades en Chile. Estas empresas fueron pioneras y han ejercido una influencia muy positiva. Por un lado, sobre la transformación de sectores de elevado impacto social como son las telecomunicaciones, las finanzas, los transportes o la construcción; por otro lado, sobre la atracción de nuevas empresas auxiliares españolas a este territorio.
Déjenme poner como ejemplo del primer impacto, que en mis conversaciones con empresarios de la construcción (de origen español invirtiendo en Chile) siempre he encontrado como denominador común su interés por lograr que la construcción residencial se realice con unos parámetros de eficiencia energética a los que España está habituada pero no la sociedad chilena, más preocupada -como es evidente-, por la seguridad anti-sísmica. Este interés de los empresarios españoles ofrece solución a una de las principales debilidades de la economía chilena que es la dependencia energética y el precio de la energía, o a una de las principales preocupaciones de los habitantes de las comunas de la región metropolitana que es la contaminación.
La segunda fase ha sido la llegada de un volumen significativo de empresas medianas españolas ayudadas por ese efecto tractor que mencionaba con anterioridad. Pero también de otras que motivadas por su espíritu de crecimiento en el exterior se han ido implantando en prácticamente todas las actividades económicas. Un ejemplo es la implantación de empresas auxiliares al sector de la minería que es el pilar fundamental del desarrollo chileno, cuando ésta no es una actividad tradicional española.
Otra característica muy importante de esta etapa es que muchas de estas empresas se han implantado en Santiago como centro de negocios desde el que operar en toda la zona. Es habitual encontrarse posiciones de españoles en Chile cuyo apellido es «para el cono sur» o «para la región andina». De nuevo, esta circunstancia ha generado un efecto positivo sobre la marca España en toda la zona, pero además ha colaborado con Chile en su lanzamiento como plataforma o hub internacional de negocios. Por tanto, de nuevo un doble efecto positivo para ambos países.
La tercera fase está por llegar. La apuesta optimista pero fundamentada del embajador es que la combinación del potencial de desarrollo de negocio español unido al conocimiento y experiencia que tiene la sociedad chilena en sus relaciones con los países asiáticos es un factor competitivo que se puede y se debe explotar conjuntamente en el reto de abordar con éxito los nuevos grandes mercados de las próximas décadas.
En resumen, España y Chile han encontrado a través de la inversión de empresas grandes y medianas efectos positivos sobre la reputación de las marcas españolas y sobre la transformación de la economía chilena. Juntos están potenciando a Chile, y más en concreto a Santiago, como uno de los grandes centros de negocio de Latinoamérica y a las empresas españolas como líderes en sus sectores. Combinando culturas y conocimientos pueden afrontar el reto asiático con mejores factores competitivos.
Para más información sobre la actividad de empresas españolas en Chile visitar Cámara Oficial Española de Comercio en Chile, la Oficina Comercial en Chile o la Cámara hispanochilena.
Enrique Martínez Cantero