Esta mañana he asistido a una jornada organizada por la London School of Economics en colaboración con la Oficina Económica de la Embajada de España en el edificio de Telefónica en Santiago. En el acto ha participado el Embajador Iñigo de Palacio que ha hecho un excelente y atractivo ejercicio de diplomacia económica y los doctores Luca Taxchini y Andrés Rodríguez-Pose. Andrés, una vez más, ha dado una lección sobre la importancia en el crecimiento económico de las infraestructuras, pero también ha hablado sobre los riegos del abuso de la política de inauguración puesto que las infraestructuras «son populares»; evidentemente es necesario su fomento de una manera equilibrada junto con el apoyo a las empresas locales, la atracción de inversión, y el desarrollo del talento.
Pero he de reconocer que para mí la gran sorpresa llegó con la clausura del acto por parte del Ministro de Transporte y Telecomunicaciones Pedro Pablo Errázuriz. Esperaba algo similar a lo que suele ocurrir en España, pero me encontré algo diferente de lo que creo tendrían mucho que aprender los políticos españoles:
- Llegó antes de su hora, sin «corte ni palmeros», esperó su turno y subió al estrado. Para mi sorpresa abrió un Power Point y él mismo nos hizo una excelente presentación de aproximadamente media hora sobre las motivaciones (analíticas que no políticas) que llevaron al actual Plan de Infraestructuras y las líneas generales de su contenido.
- Entre sus primeras diapositivas estaba la misión de su ministerio y cómo el foco está en la resolución de los problemas de los ciudadanos, y no en la tramitación de expedientes y certificados.
- Como ministro de Transportes y Comunicaciones asumía su responsabilidad y negociado sobre las comunicaciones en el país pero también sobre la movilidad dentro de las ciudades. Y además habló de las ciudades y los territorios sin tener que hacer equilibrios de diplomacia geo-política.
- Una vez concluida su brillante exposición se abrió a las preguntas del público: a mano alzada y sin intermediarios. Respondió con interés y dedicación todas y cada una de las preguntas. Una de ellas fue sobre la posible apertura de una línea ferroviaria para sacar la mercancía de una zona de producción: su respuesta fue que si los interesados eran los empresarios que tomaran la iniciativa ellos y cuando estuviera el proyecto diseñado hablaran con él para valorar la aportación (minoritaria y acotada a los «free-riders«) del Estado.
- Por último clausuró el acto y bajó del estrado sin haber citado a la oposición ni a su partido. Dedicó otra media hora sin prisas y de nuevo sin «corte ni palmeros» a conversar con los que allí estábamos presentes. Facilitó sus datos de contacto a quién le planteó algún asunto que le pareció relevante, y yo diría que fue el último en irse.
Puedo asegurar que en 15 años trabajando para la Administración Pública no recuerdo algo igual en España ni en su Comunidades. Cuando lo he comentado con otros asistentes chilenos me han indicado que aquí es lo habitual y se han sorprendido que nosotros consintamos lo contrario: «al fin y al cabo un ministro es un servidor público». Sorprendente, y más en un año de elecciones y al día siguiente de la destitución por el Senado de un Ministro. Mi enhorabuena.
Enrique Martínez Cantero